Hechizo de estar viva

Me gusta poner flores en jarrones
y cocinar en ollas familiares.
Un buen café y un cigarrillo matutinos.
La Biblia abierta en el cantar de los cantares.
Amo las cartas a punto de ser enviadas
y ansío las a punto de ser recibidas.
Suspiro olor a pasto recién cortado
en la tarde de un sábado.
Añoro los juguetes de madera,
y las muñecas de trapo de mi abuela.
Me aferro a historias
que humedecen mis ojos,
mientras sonrío.
Soy irreverente ante lo que es debido
y reverente ante el amor
(aún mal habido).
Respiro a medio día en las cocinas,
con cierto dejo de lujuria.
Camino bajo la lluvia
con nostalgia de otras lluvias.
Prefiero los planos horizontales,
que invitan a vivir,
como las mesas, las camas
o el suelo en que caminas,
por sobre los planos verticales
como las murallas, rejas o portones,
que encierran, detienen, determinan;
(debo reconocer también
un cierto agrado,
por algunos planos inclinados
que se yerguen con afán de proteger
como las cordilleras y tejados).
De todas las texturas, privilegio la piel;
de las temperaturas, la tibieza;
de las consistencias, la firmeza
(reconozco cierto desliz por la blandura,
especialmente en las caricias).
Adoro las sonrisas
los abrazos apretados,
las miradas fijas.
Extrañaré por siempre
los niños en mi cama
en las mañanas de domingo.
Y pese a mi adicción
por la melancolía,
soy una enamorada empedernida,
subyugada ante el hechizo de estar viva.

sábado, agosto 20, 2011

Las guitarras siguen cantándome tu nombre



Las guitarras siguen cantándome tu nombre.
Las canciones están confabuladas.
Seguramente hiciste un pacto con las flores,
los pájaros del patio, las hojas sobre el pasto.
Se presentan contigo cada día.
Pero este año, has regresado más que nunca.
He visto ensancharse la Alameda
para dar paso a aquellos hombres libres
que tanto nos costó poner sobre la Tierra.
Hubiera querido estar contigo
parada en plaza Baquedano
para iniciar aquellas caminatas
en que solo contigo me sentí segura,
sabiendo que el sueño era el mismo,
que lo llevábamos ahí,
un pedacito en la mochila
y una gran parte en el alma.
Hubiera querido que la vieras.
Nuestra niña que cargabas
en tus brazos,
ahora avanza sola, firme
llena de sueños y certezas.
bella, orgullosa, alegre,
henchida de futuro,
pisando con firmeza en el presente.
La veo caminar junto a miles de jóvenes
y pienso lo feliz que habrías sido.
Nuestro hijo, que trasunta tu bondad en su mirada,
continúa poniendo melodías a todas las jornadas.
La esperanza ha vuelto a alojar en nuestra casa.
Junto a ella, tu espacio en la mesa, continúa estando.

Laura 

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