Hechizo de estar viva

Me gusta poner flores en jarrones
y cocinar en ollas familiares.
Un buen café y un cigarrillo matutinos.
La Biblia abierta en el cantar de los cantares.
Amo las cartas a punto de ser enviadas
y ansío las a punto de ser recibidas.
Suspiro olor a pasto recién cortado
en la tarde de un sábado.
Añoro los juguetes de madera,
y las muñecas de trapo de mi abuela.
Me aferro a historias
que humedecen mis ojos,
mientras sonrío.
Soy irreverente ante lo que es debido
y reverente ante el amor
(aún mal habido).
Respiro a medio día en las cocinas,
con cierto dejo de lujuria.
Camino bajo la lluvia
con nostalgia de otras lluvias.
Prefiero los planos horizontales,
que invitan a vivir,
como las mesas, las camas
o el suelo en que caminas,
por sobre los planos verticales
como las murallas, rejas o portones,
que encierran, detienen, determinan;
(debo reconocer también
un cierto agrado,
por algunos planos inclinados
que se yerguen con afán de proteger
como las cordilleras y tejados).
De todas las texturas, privilegio la piel;
de las temperaturas, la tibieza;
de las consistencias, la firmeza
(reconozco cierto desliz por la blandura,
especialmente en las caricias).
Adoro las sonrisas
los abrazos apretados,
las miradas fijas.
Extrañaré por siempre
los niños en mi cama
en las mañanas de domingo.
Y pese a mi adicción
por la melancolía,
soy una enamorada empedernida,
subyugada ante el hechizo de estar viva.

lunes, julio 09, 2007

Discupen la insolencia... he escrito unos sonetos


Respiré profundo y me di ánimo para atreverme a emprender la insolente y atrevida tarea de escribir un soneto. Aquí está el fruto de mi osadía. Aún verdes, sin pulir, sin segunda lectura me atrevo a ponerlos a la luz, para que crezcan y maduren...


CINCO SONETOS DE DESAMOR


Soneto I

Vértigo

Fueron tus ojos claros un remanso
donde mi vida ancló por accidente.
Fue tu mirada un vértigo insistente,
que me llama hacia ti, aún sin descanso.
A pesar de la calma con que avanzo
voy con certeza hacia aquel oriente
que marca tu mirada inconsecuente
y en tus ojos el éxtasis alcanzo
Tú no me quieres, dices no quererme
y huyo del gran dolor que me provocas,
pero al mirarme logras detenerme
y a fuerza de mirarme me trastocas.
Tienes mi corazón rendido, inerme,
y el clamor de tus ojos no revocas.


Soneto II

Agonía

Dices que no me amas y te duele
una posible pérdida inminente,
de este amor que inventé tan tercamente
y que ahora no logro, me consuele.
Antes que tu cariño se congele,
tu corazón de niño se arrepiente
de haberme ilusionado inútilmente
y que hoy mi corazón se te rebele.
De mi mente tu amor jamás se aleja.
Te presiento y te siento cada día.
Si tu paso en mi vida huella deja,
soñaría que fuera una alegría.
Mi corazón se muere en una queja,
mientras a ti te duele mi agonía.


Soneto III

Oración

Una palabra tuya bastaría
para hacerme feliz en esta hora;
la espero con paciencia cada día,
con vehemencia mi razón la implora.
Sueño con que me llames alma mía,
rompiendo tu renuncia abrumadora,
sueño con despertar en otra aurora,
abriendo entre tus brazos otro día.
Pido tu amor, porque sé que lo tienes,
pido tu valentía al enfrentarlo,
pido que en tu sentir te desenfrenes.
Pido que a nuestro amor no le cercenes,
pido que nunca trates de evitarlo,
pido que a este dolor no nos condenes.


Soneto IV

Despedida

Cada lágrima mía habrá engrosado
tu hermoso Paraná cariño mío
y para su caudal no habrá un estío
mientras siga llorándote mi amado.
Ya nunca bogarás sin mi a tu lado.
Ya nunca más será tu mismo río.
De su lecho hasta el último vacío,
cada lágrima mía habrá llenado.
Perdóname si invado así tu calma,
ocupando un espacio en tu recuerdo;
es el mismo que ocupas en mi alma.
Y en ese nostalgiar así me pierdo,
sabiendo que mi amor en ti no empalma;
sólo quiero olvidarte, es lo más cuerdo.

Soneto V

Reniego

Eras tan dulce, cielo, tan sencillo,
tan tibio, tan paciente, tan sereno,
que sin mayor esfuerzo te di en pleno,
mi amor sin murallones de castillo.
Ahora sin quererlo ante ti humillo
mi corazón doliente de amor lleno
que late con firmeza aquí en mi seno,
templándome el dolor con su martillo
Me amaste y me dijiste que me amabas
y mi razón no entiende tus razones
al matar el amor que en ti anidabas.
Hoy sufren nuestros tristes corazones
por tu miedo a tomar lo que te daba
y reniegan de tus abdicaciones.

No hay comentarios.: